Acabo de leer en la edición impresa de 20 minutos, un breve sobre unas declaraciones de Ana Pastor (PP) acerca de lo "indiscriminado e injusto" del canon digital y que lo que oculta es la "incapacidad de Zapatero para luchar contra la piratería".
No hace falta ni leer entre líneas para darse cuenta del chollo que supone la piratería: para las discográficas y entidades de gestión de derechos de autor una fuente de ingresos asegurada aunque no produzcan. Para el poder, o para los aspirantes, la excusa perfecta para cercenar la pluralidad de opinión y la libertad de expresión.
Internet es un medio difícil, por no decir imposible, de controlar. El modelo propuesto por Francia y Reino Unido puede ser, si se aplica, el mayor atentado a la libertad, a las Constituciones y a los Derechos Humanos, como jamás se haya visto en la Historia.
Y el PP no va a la zaga: ya salieron escarmentados de las caceroladas de hace cuatro años y aunque lo achaquen a "movimientos de hilos por manos en la sombra" saben perfectamente que fue una manifestación del poder de las redes.
Un poder que ahora tiende a consolidarse, ya deUgarte lo desarrolló en el movimiento Ciberpunk, y que puede ser uno de los instrumentos ciudadanos para redirigir la forma de hacer política sin precedentes en la Historia de la Humanidad.
El caso es que debajo de todo esto subyace la idea de que "La hora de los políticos ha pasado, llega la hora del ciudadano".
Y ellos lo saben y sacan la cara más fascista que tienen con la careta de protectores de la cultura.
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